En
la boca del Golfo de Cariaco, en tierra firme, la serrania del Turimiquire
se aparta de la costa y deja un valle litoral costero regado por
el sistema fluvial del rio Manzanares. Sobre este valle se elevan
dos grupos de cerros: en el norte, paralelo a la costa, el Pan de
Azúcar, y en el suroeste, lindando con la Laguna de Los Patos, el
formado por los cerros Cascajal, Colorado y del Medio.
El Pan de Azúcar está constituido por un conjunto de pequeños montes
entre los que se destaca, hacia el oeste, el Quelepe. El tramo de
costa del valle lo demarca a! noroeste los manglares de Punta Delgada
y al suroeste la Laguna de Los Patos y la Playa de San Luis. El
rio Manzanares desemboca, formando un delta en la parte central
del valle, el cual se encuentra densamente arbolado no sólo a lo
largo de los brazos del rio, sino también en el piedemonte y en
los pequeños valles de la serranía del Turimiquire.
Es en este escenario natural donde se van a desarrollar casi cinco
siglos de la historia de Cumaná, a partir de la llegada de los conquis
tadores y los colonizadores espa- ñoles a comienzos del siglo XVI.
Sin embargo, aún antes de producirse este hecho histórico, el sitio
de Cumaná ya era testigo de la vida y de la acción -pacífica y guerrerade
los antiguos pobladores de esta zona.
LOS
PRIMEROS POBLADORES
Mucho antes de producirse la conquista y colonización española,
las regiones circundantes a la actual ciudad de Cumaná estuvieron
pobladas por grupos indígenas que si bien se encontraban organizados
en tribus, carecían de una estructura política y social superior
que estuviese en condiciones de integrarlos y de cumplir las funciones
propias de un estado.
Entre
estos grupos indígenas se encontraban los guaiqueríes, los chaimas, los
chacopatas, los guaraunos y los cumanagotos, siendo estos últimos los
que habitaron el sitio que hoy es Cumaná.
La actividad económica de estas comunidades se reducía a la pesca, a la
recolección y a la practica de algunos cultivos. Además utilizaban también
el sistema de trueque.
Las comunidades vecinas intercambiaban sus excedentes de maíz, pescado
seco y sal, así como diversos utensilios de uso doméstico elaborados por
ellos mismos, tales como cestas, hamacas y asientos de madera. Cristóbal
Colón, en su tercer viaje, desembarcó en las costas de Cumaná y, maravillado,
las describió como "las más hermosas tierras del mundo, y muy pobladas".
El interés inicial de los españoles por América giró en tomo de la actividad
comercial de tipo expoliativo. Cada expedición tenía como objetivo extraer
la mayor cantidad de metales y piedras preciosas para llevarlas, en calidad
de trofeos, a Europa. En Venezuela, se inició esta política comercial
en 1498, a raíz del descubrimiento por los españoles de la isla que denominaron
Nueva Cádiz (conocida hoy como Cubagua),
la cual rápidamente se convertiría en uno de los más importantes centros
de extracción perlífera. Sin embargo, la explotación de las riquezas marinas
de Cubagua no resultaba tarea fácil ya que se trataba de una isla totalmente
despoblada, de fauna escasa y carente de agua, cubierta tan sólo de una
abundante vegetación xerófila.
Ante estas circunstancias, los conquistadores empezaron a incursionar
en la región, llamada por los cronistas de la época "costa firme
de Cumaná", con el objeto de abastecerse de alimentos y de agua
dulce, así como también de procurarse indígenas que pudieran ser utilizados
como buceadores para la pesca de perlas. La "costa firme" se
convirtió además en una fuente de aprovisionamiento de mujeres para los
solitarios moradores de Cubagua; en suma, la región pasó a ser una suerte
de despensa de la isla y por lo tanto la sede de una importante actividad
mercantil centrada en el envió a la misma de agua, alimentos e indígenas
esclavos a cambio de perlas.
La intención inicial de los conquistadores no era fundar un poblado en
tierra firme; lo que deseaban era seguirse abasteciendo, sin ningún obstáculo,
de su almacén natural, para continuar con la extracción de perlas. Antes
bien, como consecuencia del desmesurado afán de lucro puesto de manifiesto
por los conquistadores españoles, la población indígena de tierra firme
fue severamente diezmada, estimándose que entre veinte y treinta mil aborígenes
encontraron la muerte en un período de tiempo relativamente breve.
Las noticias de tal genocidio pronto llegaron a La Española (actual Santo
Domingo), que para la época era el más importante establecimiento español
en el Nuevo Mun- do y el lugar de donde partían todas las expediciones
conquistadoras. De seguida, la situación se conoció también en España
y gracias a la movilización de las órdenes religiosas, la Corona impartió
a los colonos la prohibición de entrar en contacto con los indígenas sin
su previa autorización. Al mismo tiempo, se permitió la creación de un
asiento misio- nal. El primer intento por realizar tal empresa religiosa
data de 1514, cuando un grupo de misioeros dominicos desembarca en Chirivichi,
al este de la actual Cumaná, siendo sin embargo rechazados por los conquistadores
esclavistas y quedando por tanto frustados sus intentos de establecerse
en la costa firme de Cumaná. No obstante, un año después, en 1515, logró
arribar a dicho territorio una misión evangelizadora formada por frailes
franciscanos, los cuales se asentaron en un lugar todavía no bien precisado
por los historiadores, pero del cual las crónicas de la época afirman
que se encontraba "a tiro de ballesta" de la desembocadura
del rio Manzanares.
Este dato no aporta sin embargo mayor precisión, dado que en aquel üempo
el río desembocaba en un delta. De cualquier forma, se presume que los
franciscanos pronto se trasladaron a otro sitio más alejado de la costa
puesto que, entre 1515 y 1520, las crónicas se detienen en la descripción
de "las bellas huertas de la misión", hecho imposible de
sucederse en la costa en virtud de que allí el nivel del terreno es tan
bajo que el agua de mar entra con suma facilidad determinando la formación
de numerosas lagunas salobres.
Se piensa por ello que la misión debió trasladarse a Que Pueblo aborigen
al que posiblemente pasa el convento (± 1516-1521) tepe, poblado
indígena situado hacia el suroeste del actual casco central de la ciudad.
No sólo allí las tierras eran más fértiles, sino que podía aprovecharse
el dominio de las técnicas de cultivo que poseían los indígenas del lugar.
La acción evangelizadora limitó el comercio de esclavos indígenas, por
lo que algunos grupos de llama la zona Nueva Córdoba. (1523), Laguna de
El Salado.
Pequeño caserío no indígena comerciantes de Cubagua empezaron a realizar
violentas incursiones en la costa de Cumaná con el objeto de someter a
la fuerza a los aborígenes.
A su vez, éstos se rebelaron y pudieron tomar control del asentamiento
franciscano, expulsando a los frailes. No obstante, en 1521, una expedición
al mando de Gonzalo de Ocampo llega a la zona, cerca de la actual desembocadura
del río, con órdenes de sofocar la rebe- lión indígena. Una vez restablecido
el orden, Ocampo abandona el territorio no sin antes fundar el caserío
que llamó Nueva Toledo.
Más tarde, en 1523, Jácome de Castellón, comerciante
de Cubagua, es enviado a la costa firme para debelar una nueva rebelión
indígena provocada por la acción de los esclavistas. Luego de cumplir
su cometido, y a sabiendas de lo fructífero que resultaría el dominio
permanente del área, decide establecerse en ella. En efecto, construye
un fuerte sobre un islote cerca del caño de Santa Catalina (en el mismo
sitio donde hoy se alza el monumento alusivo al Descubrimiento en la avenida
Perimetral) y bautiza el área circunvecina con el nombre de Nueva
Córdoba.
De esta forma van surgiendo pequeños poblados tales como Nueva Toledo
y El Salado, habitados principalmente por españoles que vivían del comercio
y de la pesca. Otros, como Quetepe, estaban poblados por aborígenes, mestizos
y misioneros. Con el decaimiento político y la destrucción de Cubagua
por el maremoto de 1543, Cumaná pierde su importancia comercial derivada
de la satisfacción de la demanda proveniente de la isla. En consecuencia,
los caseríos se disgregan progresivamente y la población disminuye en
forma apreciable.