EL SITIO DE CUMANA

En la boca del Golfo de Cariaco, en tierra firme, la serrania del Turimiquire se aparta de la costa y deja un valle litoral costero regado por el sistema fluvial del rio Manzanares. Sobre este valle se elevan dos grupos de cerros: en el norte, paralelo a la costa, el Pan de Azúcar, y en el suroeste, lindando con la Laguna de Los Patos, el formado por los cerros Cascajal, Colorado y del Medio.

El Pan de Azúcar está constituido por un conjunto de pequeños montes entre los que se destaca, hacia el oeste, el Quelepe. El tramo de costa del valle lo demarca a! noroeste los manglares de Punta Delgada y al suroeste la Laguna de Los Patos y la Playa de San Luis. El rio Manzanares desemboca, formando un delta en la parte central del valle, el cual se encuentra densamente arbolado no sólo a lo largo de los brazos del rio, sino también en el piedemonte y en los pequeños valles de la serranía del Turimiquire.

Es en este escenario natural donde se van a desarrollar casi cinco siglos de la historia de Cumaná, a partir de la llegada de los conquis tadores y los colonizadores espa- ñoles a comienzos del siglo XVI. Sin embargo, aún antes de producirse este hecho histórico, el sitio de Cumaná ya era testigo de la vida y de la acción -pacífica y guerrerade los antiguos pobladores de esta zona.

Monumento Alegorico a la fundación de Cumaná La primogénita del Continente Americano (fotografía Antonio Rodriguez)
Indios Sembrando  Maiz
LOS PRIMEROS POBLADORES

Mucho antes de producirse la conquista y colonización española, las regiones circundantes a la actual ciudad de Cumaná estuvieron pobladas por grupos indígenas que si bien se encontraban organizados en tribus, carecían de una estructura política y social superior que estuviese en condiciones de integrarlos y de cumplir las funciones propias de un estado.

Entre estos grupos indígenas se encontraban los guaiqueríes, los chaimas, los chacopatas, los guaraunos y los cumanagotos, siendo estos últimos los que habitaron el sitio que hoy es Cumaná.
La actividad económica de estas comunidades se reducía a la pesca, a la recolección y a la practica de algunos cultivos. Además utilizaban también el sistema de trueque.

Las comunidades vecinas intercambiaban sus excedentes de maíz, pescado seco y sal, así como diversos utensilios de uso doméstico elaborados por ellos mismos, tales como cestas, hamacas y asientos de madera. Cristóbal Colón, en su tercer viaje, desembarcó en las costas de Cumaná y, maravillado, las describió como "las más hermosas tierras del mundo, y muy pobladas".

El interés inicial de los españoles por América giró en tomo de la actividad comercial de tipo expoliativo. Cada expedición tenía como objetivo extraer la mayor cantidad de metales y piedras preciosas para llevarlas, en calidad de trofeos, a Europa. En Venezuela, se inició esta política comercial en 1498, a raíz del descubrimiento por los españoles de la isla que denominaron Nueva Cádiz (conocida hoy como Cubagua), la cual rápidamente se convertiría en uno de los más importantes centros de extracción perlífera. Sin embargo, la explotación de las riquezas marinas de Cubagua no resultaba tarea fácil ya que se trataba de una isla totalmente despoblada, de fauna escasa y carente de agua, cubierta tan sólo de una abundante vegetación xerófila.

Ante estas circunstancias, los conquistadores empezaron a incursionar en la región, llamada por los cronistas de la época "costa firme de Cumaná", con el objeto de abastecerse de alimentos y de agua dulce, así como también de procurarse indígenas que pudieran ser utilizados como buceadores para la pesca de perlas. La "costa firme" se convirtió además en una fuente de aprovisionamiento de mujeres para los solitarios moradores de Cubagua; en suma, la región pasó a ser una suerte de despensa de la isla y por lo tanto la sede de una importante actividad mercantil centrada en el envió a la misma de agua, alimentos e indígenas esclavos a cambio de perlas.

La intención inicial de los conquistadores no era fundar un poblado en tierra firme; lo que deseaban era seguirse abasteciendo, sin ningún obstáculo, de su almacén natural, para continuar con la extracción de perlas. Antes bien, como consecuencia del desmesurado afán de lucro puesto de manifiesto por los conquistadores españoles, la población indígena de tierra firme fue severamente diezmada, estimándose que entre veinte y treinta mil aborígenes encontraron la muerte en un período de tiempo relativamente breve.

Las noticias de tal genocidio pronto llegaron a La Española (actual Santo Domingo), que para la época era el más importante establecimiento español en el Nuevo Mun- do y el lugar de donde partían todas las expediciones conquistadoras. De seguida, la situación se conoció también en España y gracias a la movilización de las órdenes religiosas, la Corona impartió a los colonos la prohibición de entrar en contacto con los indígenas sin su previa autorización. Al mismo tiempo, se permitió la creación de un asiento misio- nal. El primer intento por realizar tal empresa religiosa data de 1514, cuando un grupo de misioeros dominicos desembarca en Chirivichi, al este de la actual Cumaná, siendo sin embargo rechazados por los conquistadores esclavistas y quedando por tanto frustados sus intentos de establecerse en la costa firme de Cumaná. No obstante, un año después, en 1515, logró arribar a dicho territorio una misión evangelizadora formada por frailes franciscanos, los cuales se asentaron en un lugar todavía no bien precisado por los historiadores, pero del cual las crónicas de la época afirman que se encontraba "a tiro de ballesta" de la desembocadura del rio Manzanares.

Este dato no aporta sin embargo mayor precisión, dado que en aquel üempo el río desembocaba en un delta. De cualquier forma, se presume que los franciscanos pronto se trasladaron a otro sitio más alejado de la costa puesto que, entre 1515 y 1520, las crónicas se detienen en la descripción de "las bellas huertas de la misión", hecho imposible de sucederse en la costa en virtud de que allí el nivel del terreno es tan bajo que el agua de mar entra con suma facilidad determinando la formación de numerosas lagunas salobres.

Se piensa por ello que la misión debió trasladarse a Que Pueblo aborigen al que posiblemente pasa el convento (± 1516-1521) tepe, poblado indígena situado hacia el suroeste del actual casco central de la ciudad. No sólo allí las tierras eran más fértiles, sino que podía aprovecharse el dominio de las técnicas de cultivo que poseían los indígenas del lugar. La acción evangelizadora limitó el comercio de esclavos indígenas, por lo que algunos grupos de llama la zona Nueva Córdoba. (1523), Laguna de El Salado.

Pequeño caserío no indígena comerciantes de Cubagua empezaron a realizar violentas incursiones en la costa de Cumaná con el objeto de someter a la fuerza a los aborígenes.

A su vez, éstos se rebelaron y pudieron tomar control del asentamiento franciscano, expulsando a los frailes. No obstante, en 1521, una expedición al mando de Gonzalo de Ocampo llega a la zona, cerca de la actual desembocadura del río, con órdenes de sofocar la rebe- lión indígena. Una vez restablecido el orden, Ocampo abandona el territorio no sin antes fundar el caserío que llamó Nueva Toledo.

Más tarde, en 1523, Jácome de Castellón, comerciante de Cubagua, es enviado a la costa firme para debelar una nueva rebelión indígena provocada por la acción de los esclavistas. Luego de cumplir su cometido, y a sabiendas de lo fructífero que resultaría el dominio permanente del área, decide establecerse en ella. En efecto, construye un fuerte sobre un islote cerca del caño de Santa Catalina (en el mismo sitio donde hoy se alza el monumento alusivo al Descubrimiento en la avenida Perimetral) y bautiza el área circunvecina con el nombre de Nueva Córdoba.

De esta forma van surgiendo pequeños poblados tales como Nueva Toledo y El Salado, habitados principalmente por españoles que vivían del comercio y de la pesca. Otros, como Quetepe, estaban poblados por aborígenes, mestizos y misioneros. Con el decaimiento político y la destrucción de Cubagua por el maremoto de 1543, Cumaná pierde su importancia comercial derivada de la satisfacción de la demanda proveniente de la isla. En consecuencia, los caseríos se disgregan progresivamente y la población disminuye en forma apreciable.

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